Aunque en los planos ya teníamos un esquema de las ventanas, no se fabrican hasta medirlas en obra y verificar las dimensiones.
Nuestra casa está construida en hormigón y, sobre todo, en cristal. Queríamos aprovechar las vistas imponentes y lograr la sensación de estar en plena naturaleza, por lo que diseñamos una fachada con un gran muro de cristal.
Además, la altura de los techos no era convencional: teníamos 3,60 metros. Lo que la vivienda no ganaba en metros cuadrados, lo ganaba en altura y en vistas, produciendo una sensación de amplitud. En esta casa, el lujo está en el espacio y en la vista.
También contamos con un patio que genera una sensación de planos diferentes y crea un área sombreada en verano.
Menciono esto porque la superficie de carpintería metálica y vidrio de la vivienda es considerable. Sin embargo, la guerra en Ucrania disparó los precios de los materiales, obligándonos a replantear algunas decisiones.
Para el arquitecto, era esencial que las carpinterías de la fachada principal fueran de suelo a techo, sin divisiones y con una estructura lo más discreta posible. Esto no era negociable. Además, las ventanas debían tener un buen aislamiento y cristales de alta gama para bloquear el sol.
Para ajustar el presupuesto, decidimos rediseñar la carpintería del patio, cambiando ventanas correderas por fijas y reduciendo las dimensiones de algunos vidrios, sin perder de vista la eficiencia energética.
El presupuesto de carpintería metálica y cristales se había complicado por el aumento en los costes, pero logramos reducir el impacto sin sacrificar la estética y las prestaciones que buscábamos.